
Historia
En esta página voy a exponer hechos históricos contados por sus propios protagonistas o contemporáneos, así como testimonios de españoles ilustres y reseñas de españoles heróicos. Anque sé que los lectores conocen la historia, sería interesante que después de leer el hecho que se expone se repasara el contexto histórico en el que se inscribe.
EL DISCURSO DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS
Miguel de Cervantes
Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras
Prosiguiendo don Quijote, dijo::
Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y sus partes, veamos si es más rico el soldado. Y veremos que no hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, que viene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notable peligro de su vida y de su conciencia. Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca, que, como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche, para restaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas. Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio: lléguese un día de batalla; que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces. Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder, que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo. Todo esto es al revés en los letrados; porque de faldas, que no quiero decir de mangas, todos tienen en qué entretenerse; así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllos se premian con darles oficios que por fuerza se han de dar a los de su profesión, y a éstos no se pueden premiar sino con la mesma hacienda del señor a quien sirven; y esta imposibilidad fortifica más la razón que tengo. Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega; y entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida. Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza, y estando de posta o guarda en algún rebellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas, y bajar al profundo sin su voluntad. Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y, con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y, con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si éste también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo, al tiempo de sus muertes: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra. Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina), y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra. Pero haga el cielo lo que fuere servido; que tanto seré más estimado, si salgo con lo que pretendo, cuanto a mayores peligros me he puesto que se pusieron los caballeros andantes de los pasados siglos.
24/04/2025

CRÓNICA DE ALFONSO III (900 d.C.)
Parte correspondiente a Pelayo:
“Largos años gimió en la opresión la patria de los árabes, y estos hubieron de pagar sus tributos por medio de sus caudillos al rey de Babilonia, hasta tanto que se eligieron un rey y afirmaron su trono en Córdoba, ciudad patricia. Los godos sucumbieran, unos al filo de la espada y otros a los impulsos del hambre. Sin embargo, algunos de regia estirpe se salvaron, dirigiéndose a Francia, y otros, la mayor parte, penetraron en el país de los astures, y eligieron por su príncipe a Pelagio, hijo del duque Favila y de sangre real. Mas tan pronto tuvieron de esto noticia los sarracenos, enviaron a Asturias un ejército innumerable, bajo el mando del duque Alkaman, que invadiera a España con Tarik, y de Oppas, obispo metropolitano de la sede hispalense, hijo del rey Witizano, por cuya traición perecieran los godos. 9.—Instruido Pelagio de su venida, se refugió en una caverna del monte Auseba, que tiene por nombre cueva de Santa María; en el instante vióse rodeado del ejército, y acercándosele el obispo Oppas, le habló así: «No puedes ignorar, hermano, de qué modo se constituyó toda la España bajo el dominio de los godos, y si reunido todo su ejército no alcanzó a resistir el ímpetu de los ismaelitas, ¿cómo podrás tú solo defenderte en esta cueva? Escucha mis consejos y desiste de tu empeño, para que consigas muchos bienes, y en la paz que te concedan los árabes, logres gozar de los tuyos.» A esto dijo Pelagio: «Ni tendré amistad con los árabes, ni me sujetaré a su imperio; tú no sabes que la Iglesia del Señor se compara a la luna, que aunque disminuye su forma, recobra al punto su primitiva grandeza. Tenemos confianza en la misericordia de Dios, que hará salir de este montecillo que tienes a la vista, la salud de Hispania y la restauración del ejército de los godos, para que se cumplan en nosotros aquellas palabras del profeta: Con la vara castigaré sus iniquidades, y con los azotes sus pecados, mas no apartaré de ellos mi misericordia. Así, aunque por hacer méritos, acatamos de esta sentencia el sentido más severo; esperamos en la misericordia del Señor la restauración de su iglesia y de su pueblo y la ventura del reino; por lo que despreciamos esta muchedumbre de paganos y jamás nos mezclaremos con ellos». Entonces, el nefando obispo, volviéndose a su ejército, dijo: «Apresuraos y pelead, porque jamás tendréis con él alianza, hasta que le castiguéis con la espada.» Apréstanse entonces las máquinas de guerra, prepáranse las hondas, resplandecen las espadas, enrístranse las lanzas y dispáranse saetas sin cesar; mas entonces no faltaron las grandes señales del Señor, pues como los honderos arrojasen piedras contra la casa de la Santa y siempre Virgen María, se volvían con violencia contra ellos, y despedazaban a los caldeos, porque el Señor no cuenta el número de lanzas, y concede a quien quiere la palma de la victoria. Salieron los fieles a pelear fuera de la cueva, y en el instante huyeron los caldeos divididos en dos grupos; el obispo Oppas fue preso, y Alkaman muerto: en el en el mismo lugar perecieron también 124.000 caldeos, los 63.000 que restaban treparon a la cumbre del monte Auseba y bajaron precipitadamente por la rápida declive del monte que comunmente se llama Amosa. y se dirigieron al territorio de los liebanenses. Mas no lograron escapar a la venganza del Señor, porque caminando por la cima del monte que está situado sobre la orilla del rio Deba, cerca del campo llamado Casegadia, se cumplieron evidentemente los altos juicios de Dios, pues el mismo monte, conmoviéndose en sus cimientos, arrojó al río con grande estruendo a los 63.000 caldeos y quedaron todos sepultados: aun en el día de hoy, cuando el mismo río, en tiempo de ínvierno, llena su cauce y deshace sus riberas, se manifiestan evidentísimamente pedazos de armas y los huesos de aquellos. No juzguéis este milagro como inútil o fabuloso, y recordad que aquel que sumergió en el mar Rojo a los egipcios que perseguían a Israel, es el mismo que sepultó bajo la inmensa mole de la montaña a los árabes que perseguían la Iglesia del Señor. Por este mismo tiempo había en esta región de Asturias, en la ciudad de Gijón, un prepósito de los caldeos, que tenia por nombre Munuza, que fue uno de los cuatro capitanes que primero invadieran las Hispanias. Tan luego llegó a saber la matanza del ejército, abandonó la ciudad y se puso en fuga, mas persiguiéndole los astures, le alcanzaron en el lugar Olaliense y le acuchillaron con todo su ejército, de tal manera que ni uno solo de los caldeos quedó aquende de los puertos del Pirineo. Entonces se reúnen las huestes de los fieles, se reedifican los pueblos, se restauran las iglesias, y todos reunidos dan gracias al Altísimo, diciendo: «Sea bendito el nombre del Señor, que conforta a los que creen en él, y aniquila a los réprobos». Pelagio, después de diecinueve años de reinado, murió naturalmente, y fue sepultado con su esposa la reina Gaudiosa en el territorio de Cangas, iglesia de Santa Eulalia de Velano. Era 775 [737].
27/04/2025

MAS LEYES DE INDIAS III (sobre el trabajo de los Indios)
Dedicado a esa cantidad de compatriotas que se creen a pie juntillas las barbaridades de la Leyenda Negra sobre la conquista y colonización de América por España. Busquen en los archivos que quieran para comprobar si hay algún país colonizador en Europa con una ley, no del siglo XVI como esta, sino del XIX, tan avanzada en el trato humano a los indígenas.
Promulgadas por Felipe II en Monzón a 2 de Diciembre de 1563.
Ley iij: Que los Indios se pague el tiempo que trabajaren, con ida y vuelta, y vayan de diez leguas.
A los indios que se alquilaren para labores del campo, y edificación de pueblos, y otras cosas necesarias a la República, se les ha de pagar el jornal, que fuere justo, por el tiempo que trabajaren, y mas la ida y vuelta, hasta llegar a sus casas, los quales puedan ir, y vayan de diez leguas de distancia y no mas.
Ley iiij: Que los indios puedan trabajar en obras voluntariamente, y sean pagados en efecto.
Si los Indios quisieren trabajar en edificios, no se les prohiba, págueseles por su trabajo lo que justamente merecieren, no e consienta que reciban vaxación, si de su voluntad no acudieren a las obras, y sean pagados realmente, y con efecto, en que no haya fraude.
Promulgada por el Emperador Don Carlos en Toledo a 4 de Diciembre de1528
Ley vj: Que los indios no puedan ser cargados contra su voluntad, ni de su grado.
No se puede cargar a los Indios con ningún género de cargas, que lleven a cuestas, pública, ni secretamente, por ninguna persona, de cualquier estado,calidad, o condición Eclesiástica, ni Secular, en ningún caso, parte, ni lugar, aunque sea con voluntad de los Indiios o facultad o mandato de Cacique, con paga ni sin paga, ni ni con licencia de los Virreyes, Audiencias o Gobernadores, a los quales mandamos que no la den, ni permitan, ni disimulen, pena de suspensión de oficio por cuatro años precisos, y mil pesos, en que condenamos al que cargare a Los Indios.
12/02/2025

Españoles ilustres y heroicos
HERNÁN CORTES VISTO POR EL FRAILE MONTOLINA
Hernán Cortés es uno de los grandes protagonistas de la historia universal en los que se ha cebado la leyenda negra con la complicidad de no pocos españoles. Por su importancia voy a escribir varios relatos sobre el mismo que lo conocieron pesonalmente. Comienzo por el un personaje extraordinario.
Fray Toribio de Benavente, alias “Motolina”, fue un franciscano que, en unión de otros once, llegó de España a los tres años de la conquista a Méjico (1524). “Motolina” fue el nombre que en lengua nativa le pusieron conmiserativamente los indígenas por su pobreza extrema. Su apostolado que duró 45 años se caracterizó por su amor y defensa del indio, hasta el punto que en sus últimos años estuvo en la clandestinidad al ser perseguido por las Autoridades por negarse a que los indios pagaran tributo. Fue un misionero cuyo principal objetivo era la catequización de los indígenas. Para ello viajó por todo Méjico mezclándose con las diferentes tribus de las que conoció su idioma y cultura. Hombre muy culto escribió numerosas obras sobre la historia de la conquista y colonización y tradujo numerosas obras indígenas. El fragmento de la carta que vamos a exponer fue escrita al emperador Carlos V en 1555, refutando lo escrito contra Hernán Cortés (murió en 1547) por el dominico Bartolomé de las Casas, hombre controvertido, resentido, hiperbólico y endiosado que nunca presenció nada de lo que cuenta de la maldad de los españoles con el indio, todo eran noticias interesadas que le llegaban. No se mezcló con los indígenas para predicarles, ni conoció su idioma y cultura. Renunció a su cargo de obispo de Chiapas porque su enorme ambición le llevaba a desear ser procurador en la corte como defensor del indio. Por cierto, era partidario de la esclavitud de los negros, aunque años más tarde se arrepintió. A continuación el fragmento de la carta citada:
“..Y algunos que murmuraron del Marqués del Valle - Cortés-_, que Dios tiene, y quieren ennegrecer y escurecer sus obras, yo creo que delante de Dios no son sus obras tan acetas como lo fueron las del Marqués. Aunque como hombre, fuese pecador, tenía fe y obras de buen cristiano y muy gran deseo de emplear la vida y hacienda por ampliar y aumentar la fe de Jesucristo, y morir por la conversión de estos gentiles. Y en esto hablaba con mucho espíritu, como aquel a quien Dios había dado este don y deseo y le había puesto por singular capitán de esta tierra de Occidente. Confesábase con muchas lágrimas y comulgaba devotamente, y ponía a su ánima y hacienda en mano del confesor para que mandase y dispusiese de ella todo lo que convenía a su conciencia. Y así, buscó en España muy grandes confesores y letrados con los cuales ordenó su ánima e hizo grandes restituciones y largas limosnas. Y Dios le visitó con grandes aflicciones, trabajos y enfermedades para purgar sus culpas y alimpiar su ánima. Y creo que es hijo de salvación y que tiene mayor corona que otros que lo menosprecian. Desde que entró en esta Nueva España trabajó mucho de dar a entender a los indios el conocimiento de un Dios verdadero y de les hacer predicar el Santo Evangelio. Y les decía cómo era mensajero de V.M. en la conquista de México. Y mientras en esta tierra anduvo, cada día trabajaba de oír misa, ayunaba los ayunos de la Iglesia y otros días por devoción. Deparóle Dios en esta tierra dos intérpretes, un español que se llamaba Aguilar y una india que se llamó Doña Marina.
Con éstos predicaba a los indios y les daba a entender quién era Dios y quién eran sus ídolos. Y así, destruía los ídolos y cuanta idolatría podía. Trabajó de decir verdad y de ser hombre de su palabra, lo Cual aprovechó mucho con los indios. Traía por bandera una cruz colorada en campo negro, en medio de unos fuegos azules y blancos, y la letra decía: "amigos, sigamos la cruz de Cristo, que si en nos hubiere fe, en esta señal venceremos". 46 Doquiera que llegaba, luego levantaba la cruz. Cosa fue maravillosa, el esfuerzo y ánimo y prudencia que Dios le dio en todas las cosas que en esta tierra aprendió, y muy de notar es la osadía y fuerzas que Dios le dio para destruir y derribar los ídolos prencipales de México, que eran unas estatuas de quince pies en alto. Y armado de mucho peso de armas, tomó una barra de hierro y se levantaba tan alto hasta llegar a dar en los ojos y en la cabeza de los ídolos. Y estando para derriballos, envióle a decir el gran señor de México Moteczuma que no se atreviese a tocar a sus dioses, porque a él y a todos los cristianos mataría luego. Entonces el capitán se volvió a sus compañeros con mucho espíritu y, medio llorando, les dijo: "hermanos, de cuanto hacemos por nuestras vidas e intereses, agora muramos aquí por la honra de Dios y porque los demonios no sean adorados". Y respondió a los mensajeros, que deseaba poner la vida, y que no cesaría de lo comenzado, y que viniesen luego. Y no siendo con el gobernador sino 130 cristianos y los indios eran sinnúmero, así los atemorizó Dios y el ánimo que vieron en su capitán, que no se osaron menear. Destruidos los ídolos, puso allí la imagen de Nuestra Señora.... Siempre que el capitán tenía lugar, después de haber dado a los indios noticia de Dios, les decía que lo tuviesen por amigo, como a mensajero de un gran Rey y en cuyo nombre venía; y que de su parte les prometía serían amados y bien tratados, porque era grande amigo del Dios que les predicaba. ¿Quién así amó y defendió los indios en este mundo nuevo como Cortés? Amonestaba y rogaba muchos a sus compañeros que no tocasen a los indios ni a sus cosas, y estando toda la tierra llena de maizales, apenas había español que osase coger una mazorca. Y porque un español llamado Juan Polanco, cerca del puerto, entró en casa de un indio y tomó cierta ropa, le mandó dar cien azotes.
Y a otro llamado Mora, porque tomó una gallina a indios de paz, le mandó ahorcar, y si Pedro de Alvarado no le cortase la soga, allí quedara y acabara su vida. Dos negros suyos, que no tenían cosa de más valor, porque tomaron a unos indios dos mantas y una gallina, los mandó ahorcar. Otro español, porque desgajó un árbol de fruta y los indios se le quejaron, le mandó afrentar. 49 No quería que nadie tocase a los indios ni los cargase, so pena de cada vez cuarenta pesos. Y el día que yo desembarqué, viniendo del Puerto para Medellín, cerca de donde agora está la Veracruz, como viniésemos por un arenal y en tierra caliente y el sol que ardía --había hasta el pueblo tres leguas--, rogué a un español que consigo llevaba dos indios, que el uno me llevase el manto, y no lo osó hacer afirmando que le llevarían cuarenta pesos de pena. Y así, me traje el manto a cuestas todo el camino. 50 Donde no podía excusar guerra, rogaba Cortés a sus compañeros que se defendiesen cuanto buenamente pudiesen sin ofender; y que cuando más no pudiesen, decía que era mejor herir que matar, y que más temor ponía ir un indio herido, que quedar dos muertos en el campo. 51 Siempre tuvo el Marqués en esta tierra émulos e contrarios, que trabajaron por escurecer los servicios que a Dios y a V.M. hizo. Y allá no faltaron. Que si por éstos no fuera, bien sé que V.M. siempre le tuvo especial afición y amor, y a sus compañeros. Por este capitán nos abrió Dios la puerta para predicar su Santo Evangelio, y éste puso a los indios que tuviesen reverencia a los santos sacramentos, y a los ministros de la Iglesia en acatamiento. Por esto, me he alargado, ya que es difunto, para defender en algo su vida. La gracia del Espíritu Santo more siempre en el ánimas de V.M. Amén. De Tlaxcala, 2 de enero de 1555 años. Humilde siervo y mínimo capellán de V.M. Motolinia, Fr. Toribio.
BANDO DEL ALCALDE DE MÓSTOLES (dos de mayo de 1808)
Señores justicias de los pueblos a quienes se presentare este oficio, de mi el alcalde ordinario de la villa de Móstoles.
Es notorio que los franceses apostados en las cercanías de Madrid, y dentro de la Corte, han tomado la ofensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; por manera que en Madrid está corriendo a estas horas mucha sangre. Somos españoles y es necesario que muramos por el rey y por la patria, armándonos contra unos pérfidos que, so color de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del rey. Procedan vuestras mercedes, pues, a tomar las más activas providencias para escarmentar tal perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos, y alistándonos, pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años.
Mostoles, dos de mayo de mil ochocientos y ocho.
Andrés Torrejón
Simón Hernández

CARTA DE HACE DOS MIL AÑOS
De:
Marco Flaminio Centurión de la segunda cohorte de la Legión Augusdta
A:
Su primo Tertulio
“Nos dijeron, cuando salimos de nuestra tierra natal, que íbamos a defender los derechos sagrados que nos han conferido tantos ciudadanos asentados allí, tantos años de presencia, tantos beneficios aportados a las poblaciones que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización. .
Pudimos comprobar que todo era verdad y, por ser verdad, no dudamos en pagar el impuesto de sangre, en sacrificar nuestra juventud, nuestras esperanzas. No lamentamos nada, pero mientras este estado de ánimo nos anima aquí, me dicen que en Roma se suceden conspiraciones y complots, que florece la traición y que muchos, vacilantes, perturbados, prestan oídos complacientes a las peores tentaciones del abandono y vilipendiar nuestra acción…………
Por favor, tranquilíceme lo más rápido posible y dígame que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos apoyan y nos potegen como nosotros mismos protegemos la grandeza del Imperio.
Si fuera de otra manera, si dejáramos en vano nuestros huesos blanqueados sobre las huellas del desierto, entonces ¡cuidemos de la ira de las Legiones!

LAUS SPANIAE (Loa a España)
Perteneciente a la Historia Gotorum
San Isidoro de Sevilla (siglo VI-VII)
De todas las tierras que hay desde el poniente hasta la India eres la más bella, oh, Hispania, sagrada y siempre feliz madre de príncipes y de pueblos. Con razón tú ahora eres de todas las provincias reina, de la que no solo el Occidente sino también el Oriente toma prestada tu luz. Tú, belleza y ornato del orbe, la más ilustre porción de la tierra, en la que la gloriosa fecundidad del pueblo godo disfruta mucho y abundantemente florece. Merecidamente la naturaleza, muy bondadosa, te ha enriquecido con abundancia de todos los seres vivos. Tú, abundante en aceitunas, caudalosa en uvas, fértil en mieses; te vistes de campos de cereales, te envuelves en la sombra de los olivos, te adornas con viñas. Tú, floreciente en tus campos, en tus montes frondosa, llena de peces en tus costas. A ti, situada en la región más agradable del mundo, ni te quema el ardor del veraniego sol ni te consume el frío glacial, sino que, rodeada por una zona templada del cielo, te nutren favorables céfiros. Pues todo lo que hay de fecundo en los campos, todo lo que hay de precioso en las minas, todo lo que hay de bello y útil en los animales tú lo produces. No tienes que ser pospuesta a aquellos ríos a los que hace famosos la ilustre fama de sus impresionantes rebaños. El Alfeo es inferior a ti en caballos, el Clitumno en vacadas, aunque el sagrado Alfeo ejercite por el campo de Pisa a las aladas cuadrigas para conseguir las palmas olímpicas y el Clitumno hace tiempo inmolara grandes novillos como víctimas capitolinas. Tú ni deseas, muy rica en pastos, los sotos de Etruria ni admiras, repleta de palmas, los bosques del Molorco ni por la carrera de tus caballos envidias a los carros de la Élide. Tú, rica en rebosantes ríos; tú, dorada por tus torrentes aurífluos. Tú tienes la fuente de la raza equina. Tú tienes vellones teñidos con púrpura indígena que brillan como la púrpura de Tiro. Tú tienes la piedra reluciente en la oscuridad del interior de los montes, que se ilumina con un brillo cercano al del vecino sol. Así pues, rica en pupilos, en piedras preciosas y en púrpura, igualmente fértil en gobernantes y en méritos del imperio, eres tan rica en adornar príncipes como feliz en engendrarlos. Así con razón ya hace tiempo que la dorada Roma, cabeza de los pueblos, te deseó y a pesar de que la misma virtud romúlea, primero vencedora, te desposó con sí misma, sin embargo, finalmente el floreciente pueblo de los godos, después de numerosas victorias en el orbe, con empeño te raptó y te amó, y hasta hoy disfruta de ti entre regias ínfulas y abundantes riquezas seguro de la prosperidad de su imperio.

Españoles ilustres: Séneca
CARTA A SU MADRE
Era un filósofo, escritor, orador y político hispanorromano natural de Córdoba´, de donde era oriunda su familia, que vivió en el siglo I d.C. y murió suicidándose tras haber sido condenado a muerte por su alumno Nerón. Fue muy famoso en su época y su obra muy estudiada desde la edad media a nuestros días. Por su condición de estoico, sostenía que todos los hombres eran iguales y exigía buen trato para todos ellos. Como escritor cultivó ,especialmente, el género epistolar y como muestra presentamos el resumen de una de las mas apreciadas cartas de consolación a su madre Hevia:
«Muchas veces, oh madre excelente, he sentido impulsos para consolarte, y muchas veces también me he contenido. Sabía que no se deben combatir de frente los dolores en la violencia de su primer arrebato, porque el consuelo solo hubiese conseguido irritarlo y aumentarlo; así como en todas las enfermedades nada hay tan pernicioso como un remedio prematuro. Esperaba, pues, que tu dolor agotase sus fuerzas por sí mismo, y que, preparado por la dilación para soportar el medicamento, permitiese tocar y cuidar la herida.»
«Así, pues, lejos de trabar combate bruscamente con él, quiero ante todo defenderle y alimentarle: despertaré todas sus causas y abriré de nuevo todas las heridas. Se dirá: 'Extraña manera de consolar, la de recordar las penas olvidadas; colocar el corazón en presencia de todas sus amarguras, cuando apenas puede soportar una sola'. Pero reflexiónese qué males bastante peligrosos para aumentar a pesar de los remedios se curan con los medicamentos contrarios. Voy, pues, a rodear tu dolor de todos sus lutos, de todo su lúgubre aparato; esto no será aplicar calmantes, sino el hierro y el fuego. La asiduidad del infortunio tiene algo bueno, y es que, atormentando sin descanso, concluye por endurecer. La fortuna no te dio ni un solo día sobre el que no hiciese pesar la desgracia, ni siquiera exceptuó el de tu nacimiento.»
«Todos hemos nacido para la felicidad, si no salimos de nuestra condición. La naturaleza ha querido que para vivir felices no se necesite grande aparato: cada cual puede labrarse su dicha. Las cosas adventicias tienen poco peso, y no pueden obrar con fuerza en ningún sentido: la prosperidad no eleva al sabio, ni la adversidad puede abatirle, porque ha trabajado sin cesar en aglomerar cuanto ha podido dentro de sí mismo y en buscar en su interior toda su alegría.»
«Podrán contestarme: procedimiento artificioso es el de separar desgracias que en singular pueden soportarse, y no pueden serlo reunidas. El cambio de lugar es tolerable, si efectivamente solo se cambia de lugar: la pobreza es tolerable si no lleva consigo la ignominia, que es la que puede abatir el ánimo. Si se pretende asustarme con la multitud de males, contestaré con estas palabras: Si tienes bastante fuerza en ti mismo para rechazar un ataque de la fortuna, debes tenerla también para rechazarlos todos: una vez que la virtud ha endurecido el ánimo, le hace invulnerable por todos lados.»
«Así pues, madre querida, como en lo que a mí toca, nada hay que deba hacerte derramar eternas lágrimas, resulta que solamente tus propios sentimientos te hacen llorar. Estos pueden reducirse a dos: porque te afliges, bien porque crees haber perdido un apoyo, o porque no puedes soportar el dolor de su ausencia.»
«Ningún sentimiento se deja dominar, y especialmente el que nace del dolor; porque este es enérgico y rebelde a todo remedio. Algunas veces queremos contener y ahogar nuestros suspiros, pero por nuestro rostro compuesto y fingido se ve correr el llanto. Algunas veces ocupamos nuestro ánimo en los juegos y combates del circo, pero en medio de estos mismos espectáculos que deberían distraerle, se siente abatido por oculta tristeza. Mejor es, pues, vencer el dolor que engañarle; porque distraído por los placeres, rechazado por las ocupaciones, despierta muy pronto después de acumular en el reposo fuerzas para desencadenarse; pero el que obedece a la razón se asegura perpetua tranquilidad. No te indicaré los medios que han usado muchos, tales como buscar el alejamiento en la duración de un viaje, o distracción en sus atractivos; emplear mucho tiempo en el examen de cuentas y administración de tu patrimonio; en fin, que te ocupes sin cesar en asuntos nuevos: todas estas cosas solamente sirven por breves momentos, no siendo remedios, sino aplazamientos al dolor: por mi parte, prefiero poner término a la aflicción, que engañarla».
